Los controles sin supervisión no funcionan. Es decir, la administración puede hacer los mejores manuales de procedimientos y políticas del mundo, pero sin monitoreo del cumplimiento de los mismos, se convierten en un esfuerzo inútil, ya que es común pensar que, en nuestra organización, sí se monitorean los controles. Necesitamos dejar de ver el control interno como una larga lista de “candados” que no se relacionan entre sí y que crean burocracia; debemos acostumbrarnos a un cambio cultural, es decir, una combinación de los controles y supervisión necesarios que nos impulsen a alcanzar los objetivos comunes.

Nuestra cultura debe ir más allá de identificar posibles áreas de riesgo, es la posibilidad de encontrar áreas de oportunidad y de implementar herramientas que nos ayuden a ejecutar mejor, más rápido, con apego a procesos y, de paso a reducir riesgos. Al final del día podemos obtener beneficios que destacarían en la mejora del producto, la calidad en el servicio ofrecido, reducción en los tiempos de ejecución y la disminución desviaciones en costos y gastos.

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